Santa Scorese
y el itinerario indicado por
S.Massimiliano Maria Kolbe

Carmencita Picaro

Texto extraido de la biografía de Santa Scorese escribida por Carmencita Picaro:
"Anche sul mare volano le aquile", Edición Misioneras de la Inmaculada - Padre Kolbe,
Bolonia 1999, pp.59-67.

La experiencia de Santa, como la de tantos otros que en este lapso del siglo testimoniaron un amor fiel a Cristo "lavando en la sangre sus vestimentas", nos empuja a fijar nuestra atención sobre un capítulo "original" de la vida del creyente: el martirio.

Lo llamo original porque está en el origen de nuestra salvación: Jesús nos salvó y regeneró en su sangre y desde ese momento toda existencia que recorre las huellas de Jesús ¡pasa por este punto "alfa" del Amor!

"El mártir cristiano reproduce el acontecimiento de la Cruz del Maestro en la historia"

El martirio, una página original

Los Padres conciliares nos recordaron: "Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por El y por sus hermanos. Pues bien: algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores.

Por tanto, el martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a El en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor.

Y, si es don concedido a pocos, sin embargo, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirlo, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia" (Lumen Gentium, 42).

El martirio es presentado como un don, un milagro moral que trasciende las fuerzas naturales del ser humano y, por consiguiente, llama la atención sobre la obra de Dios realizada en sus criaturas. El Concilio nos enseña también a ver el martirio en relación con la caridad, además que con la fe. Tal don halla su fundamento en la esencia de la vida cristiana y en la misión de la Iglesia.

No existe una imagen única de martirio: en efecto, hay tantas formas cuantas son las causas inmediatas, las circunstancias sociales, políticas y culturales que lo provocan; así como son diversas las dimensiones religiosas y teológicas de las distintas experiencias de los mártires.

Junto al martirio consumado en la efusión de la sangre (conocido como "martirio rojo"), se viene acercando poco a poco el testimonio de aquellos que, aun sin derramar su sangre, vivieron en forma heroica a lo largo de toda su existencia, consumándose en el servicio de Dios y de los hermanos ("martirio blanco").

Sin embargo, más allá de la variedad de las imágenes, existe una nota común y característica para todos: el mártir cristiano reproduce el evento de la Cruz del Maestro en la historia. Una reproducción que es una imitación. No se trata de un esfuerzo para reproducir ese modelo - ¡lo que seria imposible! - sino que es Jesucristo-modelo que nos ofrece gratuitamente su imitación.

Mejor dicho, es Dios Padre que nos ofrece vivir como Jesucristo y en El, por el poder del Espíritu Santo. El mártir es aquel que recibió el don supremo de configurarse a Cristo, y en El y como El se ofrece a sí mismo por los demás.

En definitiva, la única fuerza que nos hace capaces de "perder la propia vida" en el martirio es el amor, la esperanza y la fe en Cristo.

San Maximiliano Kolbe

San Massimiliano Maria Kolbe, mártir en Auschwitz.

Juan Pablo II, en proyección del Jubileo del año 2000, invitó a la Iglesia a reflexionar sobre la vida de tantos hermanos que, con el martirio, dieron el máximo testimonio de fe y de amor a Cristo. El Papa canonizó alrededor de 300 mártires de nuestro siglo. Entre ellos, San Maximiliano Kolbe, franciscano conventual polaco, que ofreció su vida en el campo de concentración de Auschwitz en 1941.

Quisiera fijar la atención en él, porque fue precisamente en la escuela de San Maximiliano donde Santa Scorese aprendió a amar y a ofrecerse a sí misma.

En el ano 1917, Maximiliano está en Roma. Provocado por una manifestación de masones que atacan directamente al Papa, a la Iglesia y a la fe católica, emprende un camino que lo llevará a reflexionar sobre la estrecha relación que existe entre María y la Santísima Trinidad en el plan de la salvación, y a elaborar una verdadera y propia doctrina con una consecuente estrategia apostólica.

Funda, de ese modo, la Milicia de la Inmaculada, cuyo objetivo podemos encerrar en las siguientes afirmaciones: "La Inmaculada desea extender a la humanidad entera los frutos de la redención obrada por su Hijo [...]. El único deseo de la Inmaculada es élevar el nivel de nuestra vida espiritual hasta las cumbres de la santidad. Ella no mira a realizar directamente, en persona, esos proyectos de acción apostólica; sino que busca involucrarnos en esta actividad" (SK 1220).

Para vivir plenamente este vínculo con María y entrar en el rayo de su maternidad, el Padre Kolbe propone la total consagración a la Inmaculada que, así entendida, se convierte en "una visión global de vida católica bajo una forma nueva, que consiste en el vínculo con la Inmaculada, nuestra mediadora universal junto a Jesús" (SK 1220).

Esta espiritualidad mariana conduce a San Maximiliano a una oblación cada vez mayor de sí mismo, hasta llegar a consumarse en el martirio.

Relato aquí algunas partes de la homilía en la que Juan Pablo II desarrolla el sentilo del martirio de San Maximiliano Kolbe.

"'Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos' (Jn 12,24). Desde hoy la Iglesia quiere llamar "santo" a un hombre a quien le fue concedilo cumplir de manera rigorosamente literal estas palabras del Redentor [...]. Todo esto sucedía en el campo de concentración de Auschwitz, donde fueron asesinados durante la última guerra unas cuatro millones de personas [...]. El fruto de la muerte heroica de Maximiliano Kolbe perdura de modo admirable en la Iglesia y en el mundo […].

Maximiliano no murió, "dio lá vida... por el hermano". En esta muerte, terrible desde el punto de vista humano, estaba toda la definitiva grandeza del acto y de la opción humanos: voluntariamente se ofreció a la muerte por amor. En ésta su muerte humana había un testimonio transparente de Cristo: el testimonio dado en Cristo a la dignidad del hombre, a la santidad de su vida y a la fuerza salvadora de la muerte, en la que se manifiesta la fuerza del amor.

Por esto, la muerte de Maximiliano Kolbe se convirtió en un signo de victoria. La victoria conseguida sobre todo el sistema de desprecio y odio hacia el hombre y hacia lo que de divino existe en el hombre; victoria semejante a la conseguida por nuestro Señor Jesucristo en el Calvario […].

Santa Scorese (a la izquierda) durante una estancia entre las "Misioneras de la Inmaculada-Padre Kolbe", en Borgonuovo di P.Marconi (Bolonia).

Ante la elocuencia de la vida y la muerte de Maximiliano Kolbe, no puede dejar de reconocerse lo que parece constituye el contenido principal y esencial del signo dado por Dios a la Iglesia y al mundo con su muerte. ¿No constituye esta muerte, afrontada espontáneamente, por amor al hombre, un cumplimiento especial de las palabras de Cristo?" (Homilía durante la canonización, Roma, 10 de octubre de 1982).

Resonancias del mensaje de San Massimiliano Maria Kolbe en Santa Scorese

"Si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo, si en cambio muere, produce macho fruto" (Jn 12, 24). También del martirio del Padre Kolbe muchos, y no sólo los que estuvieron con él durante la vida, sacaron motivos y fuerza para madurar en la fe y en la entrega de sí mismos.

Santa Scorese aprendió de este mártir el arte de vivir, trabajar, sufrir y morir... En varias cartas escritas a algunas amigas, en su Diario y en otras ocasiones particulares, Santa comunicó la fuerza que había extraído del testimonio de San Maximiliano y de la consagración a la Inmaculada.

He aquí algunas afirmaciones suyas:

"La consagración a la Inmaculada, modelo perfecto de mujer, es un gran don que el Padre Kolbe me ha brindado y su riqueza la voy descubriendo a medida que la voy viviendo" (1).

"¡Nosotros tenemos un gran ideal que es la Inmaculada! ¿Y quién mejor que Ella puede ser maestra para nuestro viaje?... Piensa que nuestro corazón es de la Inmaculada y con seguridad no andará perdido; más aún ¡Ella nos conducirá a Cristo! Estas certezas son las que nos deben hacer caminar hacia adelante, aunque fuera contra corriente; y vale la pena jugarse la existencia por el Reino" (2).

"Al comienzo del período de prueba nos consagramos de nuevo y más consciente e incondicionalmente a María, pero, como dice Bruna, es sobre todo Ella quien se compromete más con nosotros. Esta seguridad me pone mucho más serena y confiada, porque sé que cualquier cosa me sucediera, Ella no me dejará sola. En el fondo, el Padre Kolbe decía: '¡Quien es de la Inmaculada no se perderá!'" (3).

Incluso en los momentos de prueba y sufrimiento, Santa halló en María la fuerza de dar y darse:

"Realmente, si María no me hubiese tomado de la mano, ahora no estaría aquí 'sufriendo y ofreciendo' estos dolores; pero tenerla a Ella como punto de referencia, como guía, me da la certeza de no estar sola y que el dolor da siempre sus frutos. ¿Acaso no se convirtió en mi Madre precisamente a los pies de la cruz? No sé para qué, o a quién podrá servir mi sufrimiento, pero estoy dispuesta a ofrendarlo porque Dios sabrá transformarlo en gozo" (4).


1. Del pedido de admisión al período de formación como Misionera de la Inmaculada-Padre Kolbe, escrito a la Directora general del Insituto, el 8 de diciembre de 1989.
2.
De una carta del 3 de junio de 1988.
3.
De una carta del 3 de diciembre de 1988.
4.
De una carta del 29 de abril de 1988.


E-mail: gesunuovo@yahoo.it

Home Page
Santa Scorese

Home Page
"Orizzonti dello Spirito"